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Es sorprendente como muchas cosas quedan en nuestra memoria asociadas a hechos o sucesos puntuales y cuan difícil resulta, a pesar del tiempo transcurrido, disociarlas de aquellos.. Antes de emprender el viaje, cuando me preguntaban hacia donde partía y contestaba Vietnam, todo el mundo me decía, “cuidado con la guerra”. Esta finalizó hace casi cuarenta años, no obstante, ambos, la guerra y el país, han quedado unidos como uno de los hechos más cruentos de la historia bélica del siglo XX, y nadie lo ha olvidado a pesar de encontrarnos bien entrados en el nuevo siglo.

Este recuerdo se encuentran muy presente en Cuchi, muy cerca de Saigón, y en el Museo de la Guerra ubicado en la misma capital. Son los vestigios devastadores de aquel conflicto.

Afortunadamente, todo aquello ya es parte de la historia y de la memoria colectiva de la humanidad. Este país trabaja, como todos debemos hacerlo, por el desarrollo de los valores humanos y sociales que destierren de una vez por todas todo elemento de hostilidad y conflicto. Utilizando la sabiduría en el desarrollo de cada pueblo, en el desarrollo de un mundo unido y en paz.

Cuando se os presente un pensamiento de guerra, oponedle un pensamiento más fuerte de paz. Un pensamiento de odio debe ser destruido por un pensamiento más poderoso de amor. Los pensamientos de guerra traen consigo la destrucción de toda armonía, bienestar, tranquilidad y felicidad. Los pensamientos de amor son los forjadores de hermandad, paz, amistad y felicidad.” “El bienestar de la humanidad, su paz y seguridad son inalcanzables a menos que su unidad sea firmemente establecida. 

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