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Tras mi regreso de un viaje en el tiempo por el Vietnam de la guerra, me encuentro de repente en la plaza de la catedral de Notre Dame, en el centro de Saigón. 
Sorprendido y asombrado quedo, es como si hubiera cruzado una línea fronteriza  a través del espacio tiempo en menos de unas décimas de segundo, ante la visión que encuentro ante mí, absolutamente moderna, mostrándome una ciudad y una parte del país que nada tiene que ver con todo aquello que a lo largo del día he conocido.

He regresado al siglo XXI y estos jóvenes que he fotografiado, fundamentalmente me llama la atención que en su mayor parte sean chicas, me demuestran de como las sociedades de cualquier rincón del planeta expuestas a influencias globales, obtienen sobres sus ciudadanos resultados globales. No quiero valorar si positivos o negativos, la única valoración que deseo expresar es la siguiente: “Todos los seres humanos hemos sido creados para llevar a cabo una civilización en continuo progreso” más allá de ideologías nacionales o partidistas. 

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